viernes, 20 de enero de 2012

La enfermedad del Príncipe de Asturias, Don Jaime. Valladolid y Nava del Rey.



Don Jaime, en compañía.
En 1902, Don Jaime, entonces Príncipe de Asturias, enfermó de difteria. Las primeras noticias sobre su enfermedad llegaron a España el 13 de enero. Pronto, se organizaron misas y actos religiosos en casi toda España, para pedir su restablecimiento. Hecho por el que Carlos VII comentó aún más que a la ciencia atribuyo su mejoría a las oraciones de mis fieles Carlistas.
 
Después de unos días de mejoría, el 18 aumentó la fiebre y se agravó su estado. Carlos VII ordenó el mismo día 18 al Conde Maillé, su representante en Francia, que gestionará la autorización del Gobierno francés para ir a verle. Conseguida ésta, los Reyes salieron de Venecia para Niza el día 19, que fue el más crítico de la enfermedad.

El 20 llegaron a Niza, encontrándole ya con menos fiebre y algo mejor. Las noticias, llegadas a Madrid el día 21, indicaban que la fiebre había desaparecido y que el estado general era satisfactorio, estando ya fuera de peligro. EL día 22 las informaciones recibidas decían que “Don Jaime ha sufrido una operación en la tráquea, realizada con toda felicidad y que seguía mejorando”. La noticia de la operación en la tráquea fue desmentida luego.

Durante su enfermedad fue visitado por su padre, Carlos VII, el obispo de Niza y el expresidente de la República del Ecuador, el señor Flores; pero estuvo acompañado continuamente por Tirso Olazábal y el Padre Puinal. Su convalecencia fue lenta, pero firme.



Por ello, se propuso la creación de un pequeño libro con las firmas de los miembros de las Juntas o de municipios. El libro fue titulado como La España Católica a Su Príncipe, Don Jaime. Entre sus páginas destacamos del entorno vallisoletano las ciudades de Nava del Rey y Valladolid:











sábado, 14 de enero de 2012

Las pretensiones del Estado



Tan ridícula y absurda es la consabida fórmula del liberalismo clásico: la ley es la expresión de la voluntad nacional como decir que es la expresión de la voluntad de un soberano. La ley es la expresión de la razón y de la justicia y nada más. José Domingo Gafo, O.P

Hobbes ha puesto encima de Leviatan una corona, Robespierre le ha tocado con un gorro frigio y Lamennais, una mitra. Denys Cochin

sábado, 7 de enero de 2012

La sociedad de consumo


A través de los planteamientos económicos liberales, se llega a la sociedad de consumo, "especie de estómago inmenso, mitológico, en el cual se diluye el hombre moderno y se convierte a la vez en una entidad mítica"... "resultante de la economía al revés, que, queriendo ser una economía de productores, no puede asegurar su continuidad contra natura", si no es invirtiendo la relación entre productor y consumidor, constriñiendo a éste, "para sobrevivir, a adaptar, por todos los medios, el consumidor global a su producción global", haciendo así del consumo un "sólo y único receptáculo gigante" y "elástico".

Cuando ese ritmo creciente del consumo requerido por el incremento de la producción, cede y se rezaga, quedan excedentes de ésta sin consumir, y entonces se recurre al Estado, instaurando su intervención en la economía. Este, a su vez, segrega "una presión fiscal delirante y una reglamentación cancerígena", para reavivar la productividad, en una "economía amañada" que "deja su lugar a un mecanismo burocrático" y se suple "su vitalidad extenuada con una acumulación de aparato de prótesis". Como último recurso, acude a la inflación, "el estupefaciente por excelencia que los Estados utilizan para desenmascarar la quiebra de sus injerencias en la economía".

Marcel de Corte