viernes, 29 de marzo de 2013

Viernes Santo

 

Pilatos, tipo inmortal de los jueces corrompidos, sacrificó el Justo al miedo, y entregó a Jesús a las furias populares, y creyó purificar su conciencia lavándose las manos. El Hijo de Dios subió a la cruz lleno de vilipendios y ludibrios: allí se levantaron contra él con sus manos y con sus bocas los ricos y los pobres, los hipócritas y los soberbios, los sacerdotes y los sabios, las mujeres de mala vida y los hombres de mala conciencia, los adúlteros y los fornicadores. El Hijo expiró en la cruz pidiendo por sus verdugos, y encomendando su espíritu a su Padre.

Todo entró por un momento en reposo; pero después viéronse cosas que aún no habían visto los ojos de los hombres; las matronas de Sión, maldiciendo su fecundidad; los sepulcros henchidos, Jerusalén sin gente, sus muros por el suelo, su pueblo disperso por el mundo, el mundo en armas. Las águilas de Roma dando al aire míseros alaridos. Roma sin césares y sin dioses; las ciudades despobladas, y poblados los desiertos; por gobernadores de las naciones; hombres que no saben leer, vestidos de pieles; muchedumbres obedeciendo a la voz de aquel que dijo en el Jordán: "Haced penitencia", y a la voz de aquel otro que dijo: "El que quiera ser perfecto que tome su cruz y me siga"; y los reyes adorando la cruz, y la cruz levantada en todas partes.

¿Por qué tan grandes mudanzas y trastornos? ¿Por qué tan grande desolación, y tan universal cataclismo? ¿Qué significa eso? ¿Qué sucede? Nada: que unos nuevos teólogos andan anunciando una nueva teología por el mundo. 

Juan Donoso Cortés en Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo.