sábado, 18 de mayo de 2013

Unas anécdotas del Conde de Rodezno




Figura destacada del Carlismo durante el siglo XX, formaba parte de aquellos «carlistas vergonzantes» que denominó Gambra[1]. El conde se amoldaba perfectamente al arquetipo: «Eran estos carlistas de herencia familiar y, a menudo, de convicción intelectual profunda. Les faltaba, sin embargo, fe en las posibilidades reales del Carlismo –y, en consecuencia, esperanza–, por lo que carecían también del entusiasmo necesario para sacrificar a la Causa su carrera profesional o política. Muchos de éstos habían reconocido ya en 1936 –aunque fuera con reservas interiores- a la Casa Reinante; otros (o los mismos) colaboraron como carlistas con el Régimen de Franco, y todos asistieron a la perspectiva dinástica del franquismo».[2] 



La primera anécdota es de Jesús Pabón[3], miembro de la Real Academia de Historia y, por tanto, colega del conde: «En una sesión de Cortes de la Segunda República –lo registré en 1935- se hizo famosa por unas breves palabras de Rodezno. Un diputado de la Ezquerra Catalana se refirió a él, llamándole con léxico democrático, el buen ciudadano ex Conde de Rodezno». Y Rodezno, espontáneo y magnífico, le interrumpió: «¿Ex Conde? Bueno. ¿Ciudadano? ¡Jamás!»




El 18 de mayo de 1937, en Salamanca, se celebró un homenaje a Menéndez Pelayo, organizado por Acción Española. En los postres del banquete, los discursos. Hablaron Sainz Rodríguez, Eugenio Montes, Pemán y nuestro personaje. Pero había alguien nuevo, camisa azul desaliñada, palidez espectral de trovador errante, ojos febriles de ensueño. Era el poeta Dionisio Ridruejo. A pesar de su oratoria, el Conde de Rodezno no se entusiasmó, comentando[4]: «Parece como si después de haber hablado los señores, le hubiera tocado el turno al camarero.»




En 1937, Franco creaba el Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista. El Conde de Rodezno, político de la Comunión, fue invitado a formar parte. En el decreto de convocatoria, el Conde aparecía con el Don pero sin título nobiliario, manteniendo la legalidad republicana. Cuenta Vegas Latapie[5] como era «ésta una de las pocas cosas que lograba descomponer la indiferente impasibilidad del conde de Rodezno, quien solía levantar el brazo en las ocasiones obligadas muy comedidamente, por estimar que el saludo resultaba mucho menos cansado con el codo pegado al cuerpo. Nunca había dudado, además, en devolver las citaciones hechas en Pamplona al «camarada Tomás Domínguez Arévalo», después de poner él mismo en el sobre: «Desconocido como camarada en esta plaza». Como decía él mismo: «Yo no he dormido en la misma cámara de ellos»






[1] GAMBRA, Rafael: Melchor Ferrer y la “Historia del Tradicionalismo Español». Sevilla: Editorial Católica Española, 1979.

[2] Pág. 4 en Idém.

[3] PABON, Jesús: Semblanza del Conde de Rodezno. Príncipe de Viana, año 1954, nº 15, Nº 54-55, págs. 187-191

[4] Pp. 252-253 en VEGAS LATAPIE, Eugenio: Los caminos del desengaño. Memorias políticas. Madrid: Tebas, 1987.


[5] Pág. 414 en VEGAS LATAPIE, Eugenio: Los caminos del desengaño. Memorias políticas. Madrid: Tebas, 1987.