domingo, 25 de mayo de 2014

Dos notas y una fotografía sobre Doña Magdalena de Borbón, última reina de España.



En la imágen, el féretro de Doña Magdalena sale del castillo de Lignières. En sus últimas voluntades Doña Magdalena prohibió la asistencia de su hijo Carlos Hugo y sus hijas María de las Nieves, María Teresa y María Cecilia por su traición a la causa carlista y los maltratos a Don Javier. En consecuencia, sólo pudieron contemplar el ataúd de su madre desde las verjas de Lignières. Mal camino llevan quienes reivindican a Carlos Hugo.


Nota de Ángel Romera Cayuela en el Diario de Navarra (2-V-1963):

No existe la condición de morganático que el Señor Melgar atribuye al matrimonio de Don Javier con Doña Magdalena de Borbón, descendiente de San Luis, Rey de Francia, por los duques de Borbon a través de la línea de Borbon Busset, rama de la Casa francesa de Borbón, como puede verse en P. Anselme, "Généalogie de la Maison de France", París, 1726, y en L, Dussieux, "Génélogie de la Maison de Bourbon, 1215-1871", París, 1872. Seguramente el Jefe de la Casa, al autorizar el casamiento con plenitud de derechos para los hijos y para la esposa, debió considerar que esto era algo más que lo que el Señor Melgar llama "buena sociedad". Y si mal no recordamos, además de la aprobacion del Jefe de la rama, el matrimonio fue aprbado por Don Jaime, como Jefe de toda la casa de Borbón. Eran estos jefes dinásticos quienes hubieran tenido que declarar el morganatismo, como recientemente ha hecho la Casa de Parma en el matrimono del Príncipe Andrés. Por el contrario, Don Jaime y Don Alfonso Carlos y actualmente la Santa Sede y todas las Cortes y Familias Soberanas de Europa reconocen a Doña Magdalena de Borbón y a sus hijos el título de Altezas Reales, que el Conde de Melgar viene a negarles ahora, faltando a la lógica. [...]

En fin, Don Alfonso Carlos, Jefe de toda la Casa de España y de Borbón, reservó especial y expresamente los derechos de Don Javier y sus hijos, entre otros documentos en el de 8 de julio de 1936, en que se escribe: "... de modo que Don Javier Carlos sea Mi Sucesor Legítimo, y después de él, sus hijos. Tengo plena confianza en mi sobrino Javier y espero sea él el salvador de España". Por aquí también se llega a la conclusión de que no sólo el Duque de Parma y Don Javier, sino sus hijos conservan la cualidad de Infantes de España y no ha errado "Ya" al calificar así a la gentil Princesa Doña María de las Nieves.

Manuel de Santa Cruz en Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo.1939-1966. Tomo 25

La fidelidad absoluta a su vocación religioso-política perduró hasta su extrema ancianidad; en 1983 suscribió una preciosa carta-prefacio al libro de Alain Jossinet, "Henry V, Duc de Bordeaux, Comte de Chambord", en la que resplandece la lucidez con que comprendía la lucha entre la Cristiandad y la Revolución.

Pero antes había sufrido lo indecible en las relaciones con sus propios hijos, resultando de ello aureolada su figura con los reflejos que caracterizaron a algunas mujeres santas.

Su Vía Crucis empezó con el noviazgo de Don Carlos Hugo con Doña Irene de Holanda. Cuando ya iba tomando cuerpo y a todos preocupaba un matrimonio mixto, Doña Magdalena se fue a pasar unos días al Palacio Real de Holanda, haciéndose pasar ante la servidumbre, y los holandeses, por una duquesa inglesa. Salía a pasear por el bosque del palacio con Doña Irene, a la que, finalmente, le planteó francamente, "carrement", que o conversión a la Fe Católica o nada de boda. 

Celebrada la boda, Don Javier y Doña Magdalena pusieron a disposición del joven matrimonio el castillo de Lignières, con muchas hectáreas de terreno. Ya inicialmente Doña Irene confirmó que las cosmovisiones se extrapolan hasta la elección de un estilo de decoración; empezó a cambiar ésta, arrumbando muebles, cuadros y objetos que eran a la vez símbolos gloriosos, y dio al conjunto un aire de modernidad en el que no faltó la construcción de una piscina. El proceso continuó correlativamente con el deslizamiento de Don Carlos Hugo hacia el socialismo autogestionario, y culminó con arrojar fuera de palacio, a la calle, el mobiliario de "ancien régime", que tuvo que ser recogido por Doña Magdalena con la angustia de la sorpresa y de la improvisación.